La meteorología es una de las variables más imprevisibles e incontrolables del sector de la construcción. Aunque los avances tecnológicos, la planificación de proyectos y la ciencia de los materiales han contribuido a mitigar muchos riesgos, la meteorología sigue siendo una fuente persistente de incertidumbre que puede inflar considerablemente los costes de construcción.
Ya sea por los daños directos a materiales y equipos o por las consecuencias indirectas, como la ineficacia de la mano de obra y los retrasos en los proyectos, las repercusiones financieras de las condiciones meteorológicas adversas son considerables. Entender la relación entre la meteorología y los costes de construcción es esencial para promotores, gestores de proyectos, contratistas y agentes financieros que se centran en entregar los proyectos a tiempo y dentro del presupuesto.
Este artículo analiza cómo las condiciones meteorológicas en las obras de construcción pueden provocar un aumento de los costes, las distintas dimensiones de ese impacto y las estrategias para gestionar eficazmente los riesgos relacionados con las condiciones meteorológicas.
La exposición a la lluvia, la nieve o las temperaturas extremas puede dañar los materiales de construcción. Materiales como la madera, el aislamiento, los paneles de yeso y el acero son especialmente vulnerables. La exposición prolongada a la humedad o a las fluctuaciones de temperatura suele provocar deformaciones, podredumbre, corrosión o una reducción del rendimiento de los materiales, lo que requiere una costosa restauración o su sustitución completa.
La protección de estos materiales añade costes adicionales -incluidos refugios temporales, embalajes especializados y soluciones de almacenamiento con control climático- que deben tenerse en cuenta en el presupuesto del proyecto.
Los equipos de construcción están diseñados para soportar condiciones duras, pero la exposición persistente a condiciones meteorológicas extremas acelera el desgaste. La entrada de agua puede provocar fallos eléctricos, la corrosión puede dañar los componentes mecánicos y las temperaturas bajo cero pueden afectar a los sistemas hidráulicos. El aumento del mantenimiento, los costes de reparación y la posible sustitución anticipada de los equipos se traducen en gastos adicionales.
La productividad laboral es muy sensible a las condiciones meteorológicas. Los ambientes calurosos pueden provocar agotamiento por calor, lo que exige pausas más frecuentes o limitar las horas de trabajo. Del mismo modo, las temperaturas bajo cero pueden ralentizar las tareas que requieren destreza manual o materiales a base de agua, como el hormigón y el mortero.
Los retrasos meteorológicos obligan a los equipos de mano de obra a permanecer más tiempo en nómina, a menudo sin alcanzar los objetivos de productividad previstos. En algunos casos, la escasez de mano de obra cualificada puede surgir si los retrasos empujan los proyectos a periodos en los que los trabajadores están comprometidos con otros contratos, lo que aumenta los costes laborales.
Las obras de construcción suelen requerir medidas de protección adicionales contra fenómenos meteorológicos adversos, como la instalación de cubiertas temporales, sistemas de drenaje, sistemas de calefacción u operaciones de desagüe. El establecimiento y mantenimiento de estas protecciones conlleva tanto costes financieros directos como impactos indirectos en la programación, lo que añade complejidad a la gestión del proyecto.
Quizá la repercusión indirecta más importante sea el retraso en los plazos de los proyectos. Cuando los plazos de un proyecto se alargan debido a la lluvia, la nieve o las temperaturas extremas, ello repercute en el coste total del proyecto. Esto incluye el alquiler prolongado de equipos, la supervisión prolongada de las obras y los gastos administrativos corrientes.
Además, los retrasos pueden empujar un proyecto a una estación diferente con sus propios retos meteorológicos, agravando el problema y aumentando aún más los costes. Hay muchas formas en que los costes meteorológicos pueden afectar a los proyectos de construcción, por lo que es importante tener en cuenta cómo realizar una evaluación de los daños meteorológicos.
Muchos contratos de construcción incluyen plazos estrictos con penalizaciones en caso de retraso. A menos que el contrato contemple explícitamente los retrasos debidos a las condiciones meteorológicas como excusables, los contratistas pueden enfrentarse a importantes penalizaciones. Aunque existan tales cláusulas, demostrar que los retrasos se deben exclusivamente a las condiciones meteorológicas puede resultar difícil y polémico, y dar lugar a litigios y gastos jurídicos adicionales.
Para los desarrollos comerciales, un retraso en la apertura supone una pérdida de ingresos por alquileres o ventas. Los proyectos de infraestructuras pueden posponer los beneficios públicos, retrasando el rendimiento financiero de la inversión. Incluso la construcción residencial puede experimentar pérdidas financieras si los compradores de viviendas se retiran o renegocian los precios debido al retraso en la entrega.
Las repetidas reclamaciones por daños relacionados con el clima pueden suponer primas de seguro más elevadas para contratistas y promotores. Además, las pólizas suelen tener exclusiones para determinados fenómenos, como las inundaciones, lo que deja lagunas en la cobertura. La gestión de los procesos de reclamación también introduce costes administrativos e incertidumbre.
Tanto las altas como las bajas temperaturas pueden dificultar las actividades críticas. Por ejemplo:
El frío excesivo puede congelar el agua en el hormigón o el mortero húmedos, provocando debilidades estructurales, mientras que el calor excesivo puede hacer que los materiales fraguan prematuramente, reduciendo su eficacia.
La lluvia, el aguanieve y la nieve afectan directamente a los procesos de construcción:
La acumulación de agua también puede erosionar las carreteras y caminos provisionales de las obras, dificultando el acceso y ralentizando el trabajo.
El viento puede detener el funcionamiento de las grúas, poniendo en peligro a los trabajadores y retrasando la elevación de materiales pesados. Los vientos fuertes también pueden provocar la inestabilidad estructural de edificios parcialmente terminados y exigir medidas de seguridad adicionales, como apuntalamientos, lo que encarece aún más los costes del proyecto.
Las inundaciones no sólo paralizan la construcción, sino que también pueden destruir los cimientos, requerir importantes labores de limpieza y exigir obras de reparación que consumen tiempo y materiales.
La estacionalidad afecta profundamente a la planificación. En las regiones más frías, la temporada tradicional de construcción puede limitarse de finales de primavera a principios de otoño, lo que obliga a condensar los calendarios. En las regiones tropicales, hay que evitar las estaciones lluviosas para actividades críticas como los cimientos y la cubierta.
No adaptar los calendarios a los patrones estacionales da lugar a costes evitables y a la inestabilidad del proyecto. Los matices geográficos, como la susceptibilidad a huracanes, tormentas de arena o lluvias heladas, también exigen estrategias de proyecto a medida.
Es esencial integrar las previsiones meteorológicas a corto y largo plazo en el calendario de construcción. Los diagramas de Gantt y los métodos de ruta crítica (CPM) deben tener en cuenta los posibles retrasos meteorológicos, con amortiguadores incorporados para absorber las interrupciones sin descarrilar todo el proyecto.
Especificar materiales diseñados para resistir las inclemencias del tiempo puede minimizar los riesgos de daños. Por ejemplo, el uso de madera tratada, acero resistente a la corrosión y hormigón resistente a la intemperie ayuda a los proyectos a soportar condiciones ambientales extremas.
El uso proactivo de infraestructuras de protección, como tejados temporales, cortavientos y sistemas de drenaje, protege el emplazamiento de las amenazas meteorológicas inmediatas. La inversión temprana en estas medidas puede evitar pérdidas financieras mucho mayores en el futuro.
Mantener la flexibilidad en la secuenciación de tareas permite a los equipos de construcción cambiar de enfoque cuando las condiciones meteorológicas impiden determinadas actividades. Por ejemplo, cuando el trabajo exterior se hace imposible, los equipos pueden pasar al acondicionamiento interior, las instalaciones mecánicas o la prefabricación.
Los contratistas deben contratar pólizas que cubran explícitamente los riesgos relacionados con las condiciones meteorológicas. Entender los detalles de la póliza -como las franquicias, las exclusiones y los procesos de reclamación- garantiza que la protección financiera sea realmente eficaz cuando se necesite.
Un lenguaje contractual claro que especifique el tratamiento de los retrasos meteorológicos protege tanto a propietarios como a contratistas. Las cláusulas de fuerza mayor bien redactadas y los calendarios detallados de las previsiones meteorológicas basados en datos históricos establecen expectativas razonables y reducen los conflictos.
La meteorología es un factor inevitable y a menudo costoso en los proyectos de construcción. Aunque no puede controlarse, su impacto financiero puede preverse y mitigarse mediante una planificación cuidadosa, contratos sólidos, una ejecución flexible de los proyectos y una inversión inteligente en medidas de protección.
En última instancia, la gestión proactiva de los riesgos meteorológicos no es sólo una buena práctica, sino una necesidad para que los proyectos de construcción salgan adelante a tiempo y dentro del presupuesto. No tener en cuenta las condiciones meteorológicas en las fases de diseño y planificación del proyecto casi garantiza costosas sorpresas en el futuro.
Para quienes se toman en serio el éxito de un proyecto de construcción, dominar las repercusiones financieras de las condiciones meteorológicas es tan importante como dominar las propias técnicas de construcción.
Publicado:
2 de mayo de 2025