Un ciclón tropical es un sistema rotatorio de tormentas de baja presión que se forma sobre aguas cálidas de los océanos tropicales, caracterizado por un núcleo cálido, convección organizada, fuertes vientos y precipitaciones intensas.
Los ciclones tropicales se desarrollan cuando las temperaturas de la superficie del mar de al menos 26-27 °C proporcionan el calor y la humedad necesarios para alimentar la tormenta. El aire cálido y húmedo asciende y se enfría, liberando calor latente por condensación. Este proceso reduce la presión superficial, atrayendo más aire y creando un ciclo autosostenido de ascenso de aire cálido y vientos que giran hacia el interior impulsados por el efecto Coriolis.
A medida que el sistema se organiza, las tormentas se agrupan en torno a una zona central de baja presión. Si las condiciones siguen siendo favorables -baja cizalladura vertical del viento, suficiente humedad y acceso continuo a agua oceánica cálida- la tormenta se intensifica, formando la estructura clásica de un ciclón tropical: un ojo en el centro, rodeado por la pared ocular, donde se producen los vientos más fuertes y las precipitaciones más intensas.
Cuando un ciclón tropical se desplaza sobre aguas más frías o sobre tierra firme, pierde su fuente de energía y comienza a debilitarse. Algunos pueden convertirse en ciclones extratropicales si se desplazan hacia latitudes medias.
Aunque ambos son sistemas de bajas presiones con vientos giratorios, los ciclones tropicales difieren en su estructura y fuente de energía.
La fuerza de los ciclones tropicales suele medirse por la velocidad máxima sostenida de los vientos. En el Atlántico y el Pacífico nororiental, la escala de vientos huracanados de Saffir-Simpson los clasifica de categoría 1 (la menos grave) a categoría 5 (la más grave).
La convención de nomenclatura depende del lugar donde se produzca la tormenta:
A pesar de los diferentes nombres, las tormentas comparten la misma estructura física y el mismo comportamiento.
Los ciclones tropicales traen consigo vientos destructivos, lluvias torrenciales, inundaciones costeras y mareas tormentosas que pueden devastar comunidades e infraestructuras. Sus efectos pueden extenderse tierra adentro, provocando corrimientos de tierras, desbordamientos de ríos y cortes de electricidad.
Al mismo tiempo, intervienen en el sistema climático de la Tierra redistribuyendo el calor de los trópicos hacia latitudes más altas. En el océano, pueden agitar las aguas superficiales y, en ocasiones, provocar afloramientos, que favorecen los ecosistemas marinos.
Publicado:
10 de septiembre de 2025
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