La capa de ozono es una región de la estratosfera, entre 15 y 35 kilómetros por encima de la superficie terrestre, donde se concentra el ozono (O₃) y actúa como escudo contra las radiaciones ultravioletas nocivas.
La función principal de la capa de ozono es absorber la radiación ultravioleta (UV) nociva del Sol, especialmente los tipos más energéticos y dañinos conocidos como UV-B y UV-C.
Esta función protectora es el resultado del ciclo ozono-oxígeno, un proceso continuo en el que la luz ultravioleta del Sol divide las moléculas de oxígeno (O₂) en átomos de oxígeno individuales.
Estos átomos libres se combinan con otras moléculas de O₂ para formar ozono (O₃). Cuando el ozono absorbe radiación ultravioleta, vuelve a romperse, de modo que el ciclo crea ozono y elimina la radiación ultravioleta más nociva de la luz solar.
Es importante distinguir el ozono según su ubicación:
A finales del siglo XX, los científicos descubrieron que ciertas sustancias químicas de origen humano -en particular los clorofluorocarbonos (CFC)- estaban agotando la capa de ozono.
Cuando los CFC alcanzan la estratosfera, liberan átomos de cloro y bromo que actúan como catalizadores para destruir las moléculas de ozono; un solo átomo de cloro puede destruir más de 100.000 moléculas de ozono. Esto provocó un grave adelgazamiento de la capa de ozono y el "agujero de ozono" estacional sobre la Antártida.
En respuesta, la comunidad internacional adoptó en 1987 el Protocolo de Montreal, un tratado histórico para eliminar progresivamente la producción y el uso de sustancias que agotan la capa de ozono. El Protocolo de Montreal está ampliamente considerado como uno de los acuerdos medioambientales internacionales de mayor éxito.
Desde su adopción, la concentración de muchas sustancias que agotan la capa de ozono en la atmósfera ha disminuido y la capa de ozono se ha ido recuperando lentamente. Los científicos prevén que, si se sigue cumpliendo el tratado y se controlan otras amenazas, la capa de ozono podría recuperar los niveles anteriores a la década de 1980 a mediados de este siglo.
No se considera que la capa de ozono esté en peligro inmediato de colapso, pero su recuperación sigue siendo frágil y continua. El principal factor histórico de agotamiento de la capa de ozono -los CFC- ha sido eliminado en gran medida en virtud del Protocolo de Montreal, lo que ha permitido una recuperación gradual.
Sin embargo, la recuperación total depende de la adhesión mundial continuada al tratado y de la vigilancia de otras amenazas potenciales. El cambio climático puede afectar indirectamente al ozono a través de cambios en las temperaturas y la circulación, y la liberación de otras sustancias químicas dañinas para la capa de ozono también plantearía nuevos riesgos. Por tanto, es esencial mantener la vigilancia y el seguimiento científico.
La función principal de la capa de ozono es absorber y filtrar la radiación ultravioleta nociva del Sol. Es especialmente eficaz en el bloqueo de las radiaciones UV-B y UV-C, las más energéticas y dañinas:
Este proceso de absorción es crucial para proteger la vida terrestre y marina y para preservar la integridad de los ecosistemas y la salud humana.
Si se destruyera la capa de ozono, las consecuencias serían graves y de gran alcance:
La capa de ozono es una de las defensas naturales más vitales de la Tierra, ya que filtra la radiación ultravioleta más dañina del Sol y contribuye a mantener la estabilidad de la atmósfera. La actividad humana causó en su día un importante agotamiento, pero la acción internacional coordinada en el marco del Protocolo de Montreal ha puesto la capa de ozono en vías de recuperación.
No obstante, esa recuperación no es automática ni está garantizada: requiere un compromiso mundial continuado, un seguimiento cuidadoso y prestar atención a amenazas conexas como el cambio climático. La protección de la capa de ozono sigue siendo un ejemplo importante de cómo una acción colectiva sostenida puede preservar sistemas planetarios esenciales para la vida.
Publicado:
23 de septiembre de 2025
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